Tengo un amigo, muy amigo, que
curiosamente un día se autodenominó “GEFE”. Es alguien que tiene a su cargo
varios trabajadores en la empresa de la que es propietario y además, por aquel entonces, ejercía en
labores de coordinación de un grupo de profesionales en un club deportivo. Era “el
Jefe”. Pero a él le gustaba cambiar la primera consonante para proclamar que no
era un Jefe, al mando de un grupo de personas en uno u otro lugar, sino un “GEFE”:
Generador de Felicidad.
No es fácil saber si has alcanzado el estatus de “GEFE” aunque uno pueda creer que es así. Será necesario que aquellos a los que supuestamente les generas esa felicidad te hagan saber que lo has logrado y tratándose del público que se trata, más difícil resulta aun. Tengo que decir que a mí me ha llegado la señal.
No hace demasiado, justo después de terminar la temporada, recibí de parte de un jugador una carta de agradecimiento. En ella, después de recordar cómo fue el primer contacto, la primera impresión que se llevó de mi y de desgranar con más o menos detalle toda la trayectoria en la que hemos estado trabajando juntos, se centra en un capítulo muy importante para todos los que formaban parte de aquel equipo, asegurando que podría escribir un libro solo de aquel fin de semana con la emocionante sensación que supuso el final. Añade más adelante el motivo que le ha llevado a escribir el texto de más de 1.500 palabras
No… el motivo, igual que el
cuerpo de la carta, me lo quedo para mí. Primero porque, como a todos, le
respeto mucho, segundo porque no hay un rincón en esa carta que no merezca ser leído
varias veces cada vez que decides leerla y tercero porque no es para nada
habitual que alguien de esa edad te haga saber lo que piensa de ti y si es
bueno, menos todavía. Pero lo que si dice es. “Has fet feliç a tota una
generació d’amics, gràcies a un esport”
Seguramente no soy un GEFE todavía, o sí. Tal vez sin saberlo he contribuido directa o indirectamente, de forma activa o sin querer a que algunos de los jugadores con los que tengo el placer de haber trabajado y aquellos con los que todavía sigo haciéndolo, sientan cierta “felicidad” cuando comparto todo lo que sé, sin filtros y sin reservas, con ellos.