No ha sido fácil aparcar. Ha quedado un poco
apartado pero ya está. Al salir del coche se puede oír a lo lejos el tronar de
tambores y el que seguro, debe ser un ensordecedor trinar de cornetas y
vuvuzelas. Señal inequívoca de que en el recinto está sucediendo algo importante.
Cargado con todo lo que puedan
necesitar, incluido balones por si acaso, voy al encuentro de la mejor docena
de personas que hay para lo que nos espera. Ya deben estar allí esperando,
seguro.
Los decibelios aumentan a medida que voy acercándome, pero sin molestar, al contrario, es la banda sonora ideal para los que amamos esto. Sonido constante de tambores y cornetas, acompasados mínimamente y mezclados con puntas negativas de falso silencio que se rompen de vez en cuando con ensordecedores gritos de euforia, seguidos de más golpes a los tambores. No se oye el botar del balón ni el característico sonido de la pelota entrando por la garganta de cuerda de la canasta, pero desde fuera puedes imaginar qué está sucediendo. Los silbatos de los jueces, a veces seguidos por un cerrado murmullo, interrumpen la sinfonía que arrancará de nuevo cuando se reanude el juego.
Ahí están. Serios, concentrados, con una
sonrisa forzada intentando mostrar una falsa tranquilidad. Se les ve tensos,
pero también seguros, decididos y preparados para lo que se les presentará en
poco menos de una hora. Como es ya costumbre, un pequeño abrazo a modo de
saludo a cada uno de ellos cierra la citación y sin necesidad de decir nada,
tomamos el camino hacia nuestras localidades de participantes.
A falta de un parcial para que termine la
contienda en juego, llega el momento de ir a vestuarios. Algunos vendajes y
aplicaciones de crema de calentamiento después de haberse cambiado, coincidirá
con el final del partido anterior. Ha llegado el momento de saltar a pista y
entonces… se hace el silencio.
Últimas consignas: Vamos a tener que pasarlo
mal atrás… vayámonos con una sonrisa hacia adelante.
Soy el entrenador del mejor equipo junior
masculino. Esa fue la aseveración con la que llené el anterior post de este
blog y sigo pensando que es así y pocos, por no decir nadie, podrán
descabalgarme de esa idea. El vestuario fue testigo de lo que de ellos pienso y
en el vestuario debe quedarse.
No tiñáis vuestra trayectoria, con el color de los marcadores encajados. Elegid vosotros el que más os guste y aplicadlo. Yo le he puesto dorado.