Un grupo de gente manteniendo una conversación sobre baloncesto, en Dinamarca,
no llama la más mínima
atención o por lo menos no más que cualquier otra sobre
otro tema, a no ser que ese otro tema sea “cerveza”, o como dicen ellos “øl” (leer poniendo los labios en u diciendo”ol”). No puede decirse
que el baloncesto levante pasiones o arrastre masas. Lo practican como puede
practicarse cualquier otra actividad extraescolar y puede perfectamente estar
situado en el lugar número 10, en un hipotético ranking de preferencias
deportivas. Hay que decir, claro, que tratándose de un país en el que padecen
un largo y crudo invierno, lo que prevalecen son las actividades relacionadas
con la nieve y el hielo, o lo que viene a ser lo mismo: con el frío.
Precisamente esta circunstancia hace que las instalaciones indoor y los
complejos deportivos e instalaciones complementarias a ellas, estén
perfectamente equipadas con los mejores materiales para no sufrir las
inclemencias de las bajas temperaturas, haciendo de ellas, lugares
verdaderamente confortables y prácticas para el deporte. Pero sobre todo hay
que valorar especialmente, lo respetuosas con el medio ambiente que son en
todas ellas. Lógicamente, no deja de ser un modo común de construcción y nada
tiene que ver con la necesidad de dotar a la instalación de los mejores
materiales para la practica deportiva, es simplemente una forma de ser, una
forma de hacer. Vivir allí les condiciona.
Muy bien. Pues de Dinamarca acabo de llegar
acompañando a Eloy Doce, después de participar en un campus de baloncesto al
que fuimos invitados, en el que también había otro mallorquín afincado allí,
Tolo Martorell, ahora residente en Aarhus (Orus), ciudad donde se ha realizado
la actividad, en la península de Jutland.
Durante los entrenamientos, baloncesto es
baloncesto y más allá del nivel que puedan tener los jugadores, siempre
mejorable, solo se echa en falta esa la falta de competitividad que tienen. Les
va con el carácter.
Pero es precisamente ese carácter lo que les hace personas increíbles.
Nada que ver con la era vikinga ”el terror del norte” con continuas incursiones
a tierras anglosajonas con aquellas embarcaciones livianas y de poco calado: Drakkar,
La hospitalidad, el compartir lo que hay sea cual sea la cantidad, el no hacer
a nadie lo que no quieras que te hagan a ti, la educación, la tranquilidad, el
ritmo de vida y la importancia selectiva como criterio, ha resultado sin duda
la mejor de las enseñanzas.
Volveremos a vernos, estoy seguro y en cuanto eso
ocurra, si hemos conseguido instaurar lo adquirido allí, estaremos en
condiciones de devolver algo de lo que nos han dado. Lo mejor: El baloncesto
como nexo de unión, como materia a compartir, me regaló una experiencia
fantástica. Hasta pronto.
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