Una mala tarde, una mala noticia, simplemente un partido perdido o quizás
dos, puede mellar al más duro de los caracteres hasta derrumbarle. Durante una
temporada todos los miembros de un equipo pasamos por situaciones complicadas. En
momentos como estos, es cuando miras a tu alrededor y… los habrá que tendrán
que mendigar atención. Son muchas las temporadas que llevo ejerciendo y no soy
una excepción. O por lo menos no lo era.
De fachada áspera, ruda y acre, sin intención escondo mi estado de ánimo,
pero quien me conoce, sabe que es fruto de la acumulación de inclemencias
pasadas y que rascando un poco, a veces incluso haciendo necesario daño,
aparece la verdadera estructura. Los que conocen, precisamente porque se han
preocupado en hacerlo, actúan como un centinela implacable desde su atalaya.
Sin decirlo, te hacen saber que están ahí.
Yo tengo ayudante y guarda. El primero lleva 7 años a mi lado y el segundo,
uno hace que vino a socorrerle. Siempre están ahí, catalizando brotes. Tragando
algunas veces algún ramalazo que otro acorde con esa fachada, pero estoicamente,
serenos, conscientes de su importancia en mi equilibrio. Amigos, amables,
generosos y encima grandes entrenadores.
Definitivamente vale la pena invertir un tiempo en conocer al que va a ser tu segundo entrenador o tu preparador
físico. Conociendo al profesional, las posibilidades de acertar con “la
persona” aumentan considerablemente y un entrenador las necesitará. Una pequeña
charla en una terraza detrás de un refresco puede ser suficiente. Yo lo hice porque
uno de ellos me lo pidió. Con el otro las urgencias lo impidieron. Nunca les
agradeceré bastante que aceptaran.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada