Fin
de temporada. Fin de curso. Momento de tomar decisiones y elegir sobre qué camino
tomar. ¿Bachiller? ¿Formación Profesional? ¿Seguir jugando o dejar de hacerlo? ¿Cambio
de club? ¿Apostar por un proyecto conocido? ¿Arriesgar por uno ganador, más
allá del trabajo formativo? ¿A qué actividad de verano ir? Decisiones más o menos
importantes, por qué no decirlo, de personas que están en un momento de su vida
en el que son vulnerables a esas decisiones.
La
trascendencia de algunas no debe tomarse a la ligera, o por lo menos debe
hacerse contemplando alguna de las cuestiones más importantes que hay en el
momento de elegir.
Friedrich Von Wieser, economista y sociólogo austriaco de finales del siglo XX, acuñó el
término de “Coste de Oportunidad” en un ámbito de economía de empresa a: las
alternativas altamente valiosas a las que se debe renunciar, cuando se toma la
decisión de elegir una determinada opción. El Coste de Oportunidad de
una elección, es el valor descartado. Extrapolando esta aplastante conclusión al ámbito social (también contemplado por Von Wieser) y teniendo en cuenta que continuamente estamos
eligiendo y tomando decisiones al respecto de donde ir, que comprar, que hacer
o en que poner mi “focus”, conviene ser muy consciente de que, y aquí viene lo
verdaderamente importante: con una elección hay siempre una renuncia.

Así
pues, en un claro ejemplo que podríamos considerar banal, como la diatriba
entre comprar un pantalón o una camisa cuando solo se tiene dinero para una de
las dos cosas, el coste de oportunidad seria la prenda que no compremos. Si
disponemos de 3€ para comprar un helado o algún dulce y elegimos comprar un
pastel, el coste de oportunidad en este caso sería el helado.
¿Pero
y cuando la decisión consiste en cursar bachiller o un grado de Formación
Profesional? ¿En cambiar o no de club a un niño de 12 años? ¿En mantener la
comodidad del estatus que me ofrece mi situación actual (sea esta cual fuere) o buscar nuevos retos y cargar con una mochila y marchar a probar como es de hondo el río con los dos pies? Y pasando
a ejemplos con una clara inversión de tiempo menor; ¿Cuál es el coste de
oportunidad cuando entre ir al cine o quedarnos a estudiar, decidimos quedarnos
a estudiar? ¿Y si elegimos ir al cine? ¿Es mucho el coste de jugar menos o no
jugar el sábado, si entre ir a entrenar o salir con los amigos, elegimos salir
con los amigos? ¿Y cuál es el coste de oportunidad si elegimos al revés?
Pretender
que un individuo de entre 12 y 16 años tome según que tipo de decisiones (en demasiados casos es así), es arriesgado por el hecho de que no es capaz de valorar el
costo de lo que rechaza y porque seguramente no podrá ser objetivo en esa
decisión ya que, dentro de la limitación de recursos de que disponemos en
general, lo que más tienen es tiempo y el dinero a invertir, no es suyo.
Valorar
que la mejor opción siempre tiene un coste de oportunidad “0” y que habrá “coste”
a poco que la decisión no sea la óptima, tal vez no debería dejarse en manos de
alguien que todavía pasa revisión en el pediatra. Pero peor aún es que quien
tiene que asesorar y guiar tampoco lo haga y decida que lo realmente valioso es
su propio tiempo y no el del individuo objeto de la asesoría: Los hijos, alumnos, jugadores...
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